Hoy se suponía que haría ayuno. Pero noooo, la cerdita tenía que comer! (de hecho comí por placer, no por hambre realmente ni mareos etc) Una jalea de 30 calorías (sin azúcar) + ensalada + 2 porciones de papas doradas (HORROR! 350 calorías) + 4 galletitas con chocolate (66 calorías). TOTAL = ASCO. No quise tomar laxante pero como la culpa siempre me gana, talvéz más tarde lo haga. Y como quedé demasiado satisfecha, no creo comer hasta mañana. Pero grrrrr yo quería hacer ayuno! Odio cuando me permito cosas! Creo que lo hago porque sé que en mi casa nunca compran frituras ni galletitas etc. y no me gusta quedarme con las ganas.. pero bueno. Ahora vamos al tema central:
A continuación escribiré algo que saqué prestado de un blog que me encanta y que me hizo reír porque de cierta forma es bastante real lo que dice:
"Supongamos que las mujeres se pueden ordenar de acuerdo a su forma de comer y que en la punta superior están las que apenas prueban bocado (las que se olvidan de almorzar, por ejemplo) y en la otra, la inferior, las golosas insaciables, que por la noche sueñan con orgías de atracones. En el medio quedarían entonces las flacas que nunca engordan, las que hacen dieta toda la vida y las gordas resignadas.
Las que hacen dieta toda la vida, pueden ser gordas o flacas. La silueta es lo de menos.
Algunas hacen ayunos, otras se entregan a una fuerza superior, y otras se engañan mientras recuperan los kilos de a poquito. Todas son, a su manera, diferentes: cada una cree en un dios distinto. Sin embargo, hay algo que las une. Bajen o no bajen de peso, están destinadas a una dieta mientras vivan, y a diferencia del resto del mundo, no están definidas por lo hacen, sino por lo que dejan de hacer, o para ser más clara,
por lo que no comen.
La gorda negadora.
Mantra: "yo prefiero tener unos kilos de más pero disfrutar, no me van las tipas que se la pasan contando calorías todo el día"
La negadora vive mirando el canal Gourmet y probando recetas como Plumcake o Shepherd's Pie, creyendo que en vez de una adicta imparable, es una sibarita. Como no considera sus excesos gastronómicos como un problema, cree que cuando quiera bajar de peso, lo hará sin mayor inconveniente. Porque 'cuando ella se pone, se pone'.
El problema, sin embargo, es que nunca se pone, que nunca se pesa y que no ve la cantidad que come porque cree que los restaurantes sirven platos pequeños para estirar el presupuesto y que los paquetes que dicen 'rinde 4 porciones' en realidad son para uno solo.
La negadora siempre hace dieta sola, en su casa, sin consultar a nadie, midiendo la bajada de peso con el talle del pantalón para no enfrentarse a la amarga realidad de la balanza. Opta por versiones extremas, como la dieta de la luna, o la dieta de Atkins, pero después de 2 días, cuando se siente una sirena, siempre la deja.
La gorda dietera.
Mantra: 'sí, mayonesa light se puede'.
A diferencia de la anterior, la gorda dietera tiene la sensación de vivir a dieta desde que tiene 12 años. Y digo la 'sensación' porque si realmente viviera a dieta, sería flaca.
A pesar que a veces tiene nada más que 5 kilos de sobrepeso crónico, la gorda dietera ya probó de todo: tratamientos, acupuntura, pastillas, actividad física extrema. Cada vez que arranca un nuevo régimen, se entusiasma y dice que está distinta, que no tiene hambre, que no le cuesta hacerlo y que esa es la solución de su vida.
Sin embargo, son sólo palabras. A las 2 semanas inexplicablemente empieza a faltar, deja de pesarse, agrega un poquito de comida, y otras delicias de la vida dietera. Delicias que, por otro lado, anticipan un fracaso y un encuentro esperable con las harinas complejas.
Como la anterior, también vive cocinando, pero para sostener una ingeniería dietética de placebos que la ayuden a sostener el régimen de comida. Realiza toda clase de recetas en versión light, pasando por tortas, merengues y confituras a base de leche en polvo, edulcolorante, gelatina sin sabor y esencias, que si bien tienen menos calorías que sus versiones regulares, son sumamente engordantes de todas maneras.
Esla consumidora N°1 de todos los disparates light del mercado. Desde crema 0% grasas hasta salame bajas calorías, y aunque sepa que son engaños viles, prefiere creerse que no engordan antes de cerrar la boca.
La obsesiva.
Mantra: 'en vez de comer un helado, prefiero comerme 1 barra de cereal + 1 vaso de leche con cacao amargo y edulcolorante + 1 banana mediana, que tiene las mismas calorías'
La obsesiva sabe las calorías de todos los alimentos como un fanático religioso que se aprendió la Biblia de memoria. Tiene teorías propias de combinaciones de ingredientes que aceleran el metabolismo, tés diuréticos y otros hechizos (sobre la gelatina y las manzanas, por ejemplo, pero jamás mezcla pasta con proteínas) y sufre una relación patológica de amor-odio con los hidratos de carbono.
Además vive negociando y calculando el impacto de lo que va a comer como si fuese un corredor de bolsa. Piensa en el gimnasio ya no como una fuente de salud, sino un sistema de reintegro abierto de calorías. Si come un plato de ravioles, por ejemplo, y consume 600 calorías al almuerzo, por la tarde va al gimnasio a quemar otras 300 para poder hacer una cena más suculenta.
Es previsible, entonces, que suba y baje de peso todo el tiempo. Semejante coordinación y montaje de artimañanas dieteras, sólo tiene un final posible: engordar.
La fabuladora.
Mantra: 'chicas, chicos, estoy re gorda'
La fabuladora no es flaca, es flaquísima. Su actividad principal es decirles a sus amigas que comió un montón e imitar el tamaño de los alimentos con el contorno de los dedos. Sin embargo, todos los que alguna vez la vieron comer, saben que miente; que cuando jura haberse atracado un millón de empanadas, en realidad quiere decir que le robó un pedazo de repulgue el novio.
Para probarle a sus desconfiados interlocutores la veracidad de estos supuesto, la fabuladora ejecuta siempre una prueba física: se contorsiona, se agarra la piel de la panza, y, disdisfrazándola de rollito, pide a todos que miren lo gorda que está.
Si además sus amigas hablan de hacer dieta, ella no puede soportar quedarse afuera, y aunque no tenga nada para bajar propone que empiecen el mismo día la dieta Scardale. Si, en cambio, hablan con resignación de lo mucho que comen, ella se muerde el labio inferior y niega con la cabeza mientras repite que no tiene arreglo, que le gustan demasiado los chocolates.
La tramposa.
Mantra: 'un poquito no hace nada' mañana todo líquido'
La tramposa vive dibujando reagrupando lo que come como un contador evasor de impuestos. Cada vez que rompe la dieta, en vez de empezar de nuevo o de imponerse disciplina, piensa 'bueno, comer media banana más es como si antes hubiera comida una banana más grande' o 'en realidad no es tan grave, porque es fruta, es pura agua'.
Lentamente va estirando y deformando las consignas de la dieta, con tanta destreza, que hasta ella misma se convence de que no baja de peso por un problema metabólico. Si el médico le asigna 100 cc de leche descremada por día, arranca tomando leche entera, después la cambia por yogurt, más tarde por queso blanco y después por 100 gramos de queso camembert con galletitas.
Siempre posterga el problema o le atribuye el fracaso de su dieta a otros motivos. Se promete a sí misma rutinas de ejercicio para el día siguiente, jura que ese bombón que tiene en la mano será el último y que volverá sin probar bocado de un banquete romano, pero nunca cumple.
Por último, hay algunas menos interesantes pero igualmente reales:
la terrorista (que sólo consume tomates cherry y coca light por miedo a engordar),
la oral (que se la pasa hablando de calorías, nutrientes, colesterol, mientras se come una hambruguesa en un fast food) y finalmente
la madre represora (que como fue gorda de joven ahora persigue a su gordita hija de 8 años para que el lunes arranque la dieta de la luna con ella)."
Ahora juzguen ustedes su perfil.
Besitos y abracitos!!! o=(Ö,)=o